Según los documentos existentes, cuando en febrero de 1498 se cerró y acabó la Santa Iglesia de Oviedo, restaban aún por construir las portadas, la torre y el pórtico. Para acometer dichos trabajos se consultó a diversos arquitectos, de entre los cuales resultó finalmente elegido Juan de Badajoz, quedando cesado de esta manera Bartolomé de Solórzano.
Tanto la portada central de la catedral, así como la del lado del Evangelio y la del lado de la Epístola llevan la impronta de su autor, si bien en la que conduce a la nave central su influencia es menos patente. Así, mientras los pilaretes de flanqueo surcados de finos baquetones y cuajados de repisas y doseles, que nunca albergaron las imágenes para los que fueron reservados, son típicamente suyos, en el cuerpo de la portada se limita a repetir el modelo de la portada norte del transepto, llevado a cabo con medio siglo de antelación.
En lo alto del muro se sitúan seis figuras que representan la Transfiguración, de época barroca y que, probablemente, vino a sustituir la decoración original. Obra de José Bernardo de la Meana son las dos hojas de madera de nogal que cierran el vano, dentro de cuya multitud de tallas destacan Santa Eulalia y el Salvador, patronos del Obispado y el templo respectivamente.
Contigua a la anterior, pero de menores dimensiones, se halla la portada de la nave del Evangelio en la que triunfan los caracteres hispanoflamencos, y en donde un complejo haz de monturas que supera la línea de impostas pasa a marcar el apuntalamiento del arco y el abocinamiento de la propia portada. En la zona alta, comprendido entre la última arquivolta y la bóveda, una disposición combinada de copio y arco de cinco centros, o lo que se podría calificar como capricho ornamental.
La portada del lado de la Epístola es de similares características a la anteriormente descrita, con la diferencia de que sus arquivoltas estaban preparadas para albergar un mayor número de imágenes que nunca fueron colocadas. Destacando, asimismo, la parte alta, donde se disponen un conjunto de repisas y doseles que constituyen una fantástica muestra de barroquismo.