La torre es, sin lugar a duda, la parte más famosa de la Sancta Ovetensis. De hecho, nadie como Leopoldo Alas, Clarín, logró describirla mejor que en La Regenta, “poema romántico de piedra, delicado himno de dulces líneas de belleza muda y perenne”.

Juan de Badajoz había proyectado que serían dos las torres de la catedral, cuyo módulo sería el de la torre inacabada. Sin embargo, la austeridad se impuso y los recortes en el presupuesto de las obras motivaron que las obras se centraran en la obra de la torre que hoy se puede contemplar. Pero, durante el episcopado de don García Ramírez de Villaescusa, Juan de Badajoz se vio obligado a variar los planes originales, realizando un segundo proyecto que tenía por protagonista a la torre actual y que fue fielmente seguido por todos los que hubieron de sucederle.

De tal modo que, en 1511, cuando Pedro de Buyeres se puso al frente de la construcción, estaba en pie su cuerpo base. Pero, un trágico suceso vino a enturbiar su maestrazgo, el incendio de Oviedo, que comenzó la víspera de Navidad y terminó al día siguiente del año 1522, y que alcanzó a prácticamente toda la ciudad, no quedando al margen la Sancta Ovetensis, ya que el maderaje de la torre fue también pasto de las llamas.

Durante algún tiempo las obras se paralizaron, pero para cuando Pedro de la Tijera se puso al frente de las obras, tras la muerte de Buyeres en 1530, ya se habían construido los dos primeros pisos. Poco duró el maestrazgo de Tijera, cesado en 1535, y tras el cual sobrevino un período de inactividad que duraría nueve años.

No fue hasta 1544 que el cabildo contrata a Juan de Cerecedo Viejo para rematar la torre con una flecha, de tal forma que en 1551 la obra se había concluido, y para dar fe de este hecho don Cristóbal de Rojas y Sandoval (1546-1556) mandó colocar sobre el último piso su escudo de armas, atestiguando el episcopado en el que había sido concluida la torre. Sin embargo, la flecha que por aquél entonces se construyó no es la que hoy se puede contemplar, datando la actual del último cuarto del mismo siglo.

La primitiva flecha estaba coronada por un remate metálico compuesto por dos bolas y una cruz que el cabildo había encargado a Flandes y que fue desembarcada en 1552 en Laredo. Pero el 13 de diciembre de 1575 a las seis de la tarde, un rayo hizo desaparecer tanto la flecha como el remate, a la par que provocaba un incendio en el piso inmediato a la flecha, donde se alojaban las campanas, y causando desperfectos en otras partes de la catedral.

La reconstrucción se hizo sin pérdida de tiempo, y para ello se encargó a Rodrigo Gil de Hontañón que proyectase una nueva flecha, siendo Juan de Cerecedo Joven, quien por aquel entonces se encargaba de las obras del templo, el encargado de ejecutar lo proyectado por Hontañón, y siendo Diego Vélez, sucesor tras su muerte, quien en 1587 daría por finalizadas las obras.

Los sucesos acontecidos han quedado reflejados en la torre actual a través de una combinación de estilos, renacentista y gótico, que se aprecian en la parte alta de la misma.

Se halla situada en el frente del templo y con una altura de 62,05 m medidos desde el suelo hasta la cúspide y sin tener en cuenta el actual remate metálico colocado tras la restauración que fue llevada a cabo tras la Guerra Civil.

Para evitar que el edificio tuviese apariencia maciza se recurrió a dos recursos, por un lado, la multiplicación de los vanos, y por el otro, la disminución progresiva de dimensiones a medida que se ascendía.

Posee doce vanos a los que se unen los cuatro del cuerpo base de la flecha, de un piso a otro disminuyen la planta y el alzado, así como los ventanales y los contrafuertes. Y para rematar la flecha y su cuerpo base, este último de un claro estilo renacentista, que en teoría debería establecer un violento contraste con la zona inferior aún hispanoflamenca. Situado en el segundo piso se puede contemplar un reloj.

Y, por último, de un claro estilo gótico, la flecha, compuesta por aristones y paños de tracería calada que confluyen hacia la cúspide.

 

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