El transepto es una amplia nave de 42 metros de largo por algo más de 11 metros de ancho que se extiende de norte a sur entre la capilla del Rey Casto y la Cámara Santa. De evidente estilo gótico se encuentra rodeado de varias edificaciones. Diez contrafuertes rodean el transepto y dos torrecillas están situadas en los costados, siendo los ángulos del edificio las zonas de máxima concentración de estribos, en cada uno de los cuales se colocan dos de estos elementos a fin de compensar los empujes transversales y horizontales que confluyen, precisamente, en estos sectores. Existe en el transepto una serie de ventanales que componen el cuerpo de luces del lugar y que, dependiendo del espacio disponible, se compone de un ventanal único o de uno doble apuntalado y abierto bajo un arco común casi de medio punto. A destacar también los dos rosetones que se sitúan en los extremos meridional y septentrional, que a pesar de que ambos fueron rellenados con tracería, solo la del extremo septentrional es original, mientras que la del meridional procede de una restauración relativamente reciente.
Para acceder al transepto de la Catedral de Oviedo desde el exterior hay que dirigirse al sur del mismo, donde se encuentra una portada comprimida entre el muro del claustro y la torre románica, al atravesarla uno se halla en un estrecho pasillo abovedado que conduce al brazo meridional del edificio. Fue construida en tiempos del obispo don Diego de Muros, como atestiguan los dos escudos de armas esculpidos en ella, quien rigió la diócesis entre 1512 y 1525. Se trata, dado el escueto marco en el que se halla, de un estrecho y alargado vano abierto bajo arco apuntalado, obra de Pedro de Buyeres, discípulo de Juan de Badajoz, algo que queda especialmente patente en el remate de tipo conopial con ramas orladas con motivos vegetales y trasdosadas de cardinas, y que será visible en incontables ocasiones en el pórtico de la Catedral de Oviedo.
Sin embargo, y pese a que la portada de acceso desde el exterior date de la época mencionada anteriormente, las obras del transepto comenzaron en tiempos del obispo Manrique de Lara (1444-1457). Los primeros arquitectos de los que se tiene constancia, a los que se atribuye la realización del brazo norte del transepto, fueron Nicolás de Bar y Nicolás de Bruselas, que se unió al anterior en 1449, ambos pertenecientes a la corriente flamenca. De la continuación de la obra del transepto se ocupó un arquitecto asturiano, Juan de Candamo, durante los años 1459 a 1469. La realización de la obra del transepto por arquitectos diferentes acusa alguna que otra diferencia, aunque la unidad del conjunto se salva en líneas generales. Tres son las diferencias principales que se pueden encontrar: el uso de un tipo de pilar de menor cuerpo, es decir, más estilizado; el empleo en la zona norte de un arco de comunicación con la nave lateral de mayor apuntalamiento y menor luz que en el caso de la zona sur; y diferente distribución de vanos en el claristorio. Asimismo, y mientras que en el crucero se emplea una bóveda estrellada, en el resto se recurre a las bóvedas de crucería simple. En la clave central se plasma la imagen de el Salvador, mientras que en las secundarias se puede contemplar las armas de las Coronas de Aragón y Castilla, así como las del obispo Alonso de Palenzuela.
Índice de contenidos
La Portada Norte del Transepto
Conocida también como portada de la capilla del Rey Casto, por quedar englobada en esta, la portada norte del transepto tenía como misión principal servir de acceso monumental y constituye uno de los más valiosos testimonios que la corriente flamenca ha dejado en Asturias.
De estructura arquitectónica sencilla, con arco apuntalado de doble arquivolta, vano compartimentado por mainel y parteluz, y tímpano de tracería calada, sirve de soporte material para treinta esculturas que giran en torno a la figura de el Salvador, establecido en el eje del tímpano y ante el que dos ángeles portadores de símbolos de la Pasión hincan sus rodillas. De izquierda a derecha, de tamaño superior a las demás y portando todos ellos el libro como símbolo de la predicación, se encuentran en las jambas las siguientes imágenes:
- Santiago con hábito de peregrino, sombrero de ala ancha y bordón.
- San Pedro con toga antigua y llaves en sus manos.
- San Pablo con la espada, y
- San Andrés con la cruz en aspa.
Asimismo, una serie elevada de figuras de menor tamaño se distribuyen por las arquivoltas en posición sedente, representando a los cuatro evangelistas, así como a numerosos profetas.
Colocada en el parteluz, una escultura de la Virgen que, aunque de notable interés artístico y belleza, es de origen posterior a las que la rodean, posiblemente de un ya avanzado siglo XVI.
La obra, llevada a cabo a finales del siglo XV, responde en su conjunto al modelo flamenco que con frecuencia es empleado en el norte de Europa.
La Capilla de la Hidria
En el muro norte del transepto, localizada en la cara interna, se halla la capilla de la hidria que mandó construir el obispo Manrique de Lara (1444-1457) como así atestiguan los escudos localizados sobre el muro.
A fin de albergar una de las consideradas por la tradición popular vasijas usadas en el milagro de las Bodas de Caná, se abre esta pequeña capilla de arco guarnecido por pináculos, cardinas y conopio rematado en macolla y repisa. Y como prueba manifiesta de la afluencia de peregrinos, el desgaste que presentan los tres escalones que la preceden.
Su puerta solo se abre dos veces al año, la primera, y coincidiendo con el jubileo de la Santa Cruz, durante las fiestas de San Mateo, y la segunda se corresponde con el día en que se lee el evangelio de las Bodas de Caná, momento en que la tradición impone ingerir el agua bendita depositada en la vasija.
La Portada Sur del Transepto
La portada sur del transepto, correspondiente al maestrazgo de Juan Candamo, se ubica en el muro que cierra el transepto por el lado meridional. Abocinada y de arco apuntado con tres arquivoltas, la interior lisa y las otras dos plagadas de motivos vegetales al igual que las jambas. El vano, dividido por un mainel, al igual que en la portada norte, está decorado con temas heráldicos y un parteluz, mientras que el tímpano fue habilitado como balcón desde el cual se bendecía a los fieles con el Santo Sudario, sin embargo, desde la década de los años 80 esta bendición se realiza en el interior del templo.
Dos pilastras con repisas y doseles vacíos de imágenes rematados por pináculos entregos flanquean el conjunto. Un arco guardapolvo surcado por cenefa vegetal con cardinas sobre el que destacan, en la cumbre, las armas de la Corona castellano-leonesa, así como la de los obispos Ramírez de Guzmán y Alonso de Palenzuela, son la guarnición exterior de la portada. Cabe mencionar que en el propio muro sur se pueden ver los restos de lo que en su día fue el acceso a la Cámara Santa.
Al traspasar la portada se penetra en un oscuro pasillo que conduce al claustro y, a continuación, al exterior. Este pasillo se encuentra cubierto con bóvedas de los siglos XV y XVI.
La Portada de acceso a la Cámara Santa
Pese a que hoy es el lugar que ocupa, lo cierto es que el primer destino de esta portada fue el de servir de enmarque monumental del acceso al coro situado en la nave mayor que, tras ser desmantelado, pasó después a su emplazamiento actual.
Construida por el maestro extremeño Juan de Badajoz entre 1508 y 1511, mientras dirigía las obras de la torre y el pórtico, se trata de una joya escultórica de la etapa hispanoflamenca. A destacar los complejos pilaretes de flanqueo, en cuyas repisas y doseles faltan algunas de las imágenes para allí realizadas. San Andrés, Santiago, San Pablo y San Pedro son de la época, mientras que las dos imágenes que aparecen en la zona baja del pilarete de la derecha fueron añadidas posteriormente, concretamente en el siglo XVIII.
Su arco carpanel está compuesto por tres arquivoltas, dos de las cuales se pueblan de una decoración menuda que se extiende hasta las jambas y en la que aparecen combinados motivos vegetales, animalísticos y humanos. Un espléndido copio rematado por una gran macolla trasdosa las arquivoltas, a sus lados las esculturas de María Magdalena, un ángel, San Juan y Cristo. De las anteriores, la de María Magdalena es la de mayor calidad artística, vestida con saya de mangas abullonadas y con la cabellera cubierta por un velo, posee en su mano derecha el tarro de perfumes abierto, mientras que en la izquierda sostiene la tapa. Completan el conjunto dos escudos del obispo Ordoñez de Villarquirán, dejando patente la época de su construcción.
La Escultura de El Salvador
Sobre una peana con decoración de veneras se encuentra colocada la escultura de el Salvador que, pese a su hieratismo, destaca por su expresividad. Con fama de milagrosa entre los peregrinos, a ella fueron atribuidos diferentes portentos que le aseguraron la veneración de los romeros. De hecho, el lugar en el que hoy se encuentra, junto al pilar toral que da paso al brazo sur del transepto, era zona de concurrencia de visitantes antes de ascender la escalera que conducía a la capilla de Covadonga, antesala de la Cámara Santa.
Los Retablos Barrocos
Existen en el transepto dos retablos barrocos que el obispo Caballero de Paredes encargó a Luis Fernández de la Vega en 1658, especificando claramente que debería aparecer la imagen de Santa Teresa en el de la derecha, y la de la Inmaculada, en el retablo de la izquierda.
Sin embargo, el transcurso del tiempo hizo que los anteriores no resultaran todo lo monumentales que requerían los nuevos tiempos, por lo que en 1738 se comienza a hablar de su sustitución, una obra que fue realizada por artistas locales, concretamente por Toribio de Nava ayudado por Manuel de Pedrero, poniendo de manifiesto las elevadas cotas artísticas alcanzadas en la región. A destacar que, de ambos retablos, el de la Inmaculada, realizado en exclusiva por Nava, es el más complejo de factura y rico de esquema.
Todas las imágenes son obra de Juan de Villanueva, escultor de Pola de Siero, excepto la de Santa Teresa, debido a que se quiso conservar la que Luis Fernández de la Vega había realizado con anterioridad. No obstante, y pese a salir del mismo taller, las esculturas de la Inmaculada, Santa Ana, San Joaquín, San José con el Niño, San Pedro de Alcántara, San Juan de la Cruz y San Elías, son de muy distinta factura.